Los que venís habitualmente ya sabes que este blog tiene algunos temas recurrentes, que no dejan de ser el reflejo de mis obsesiones más íntimas, y uno de ellos es la
zurdeza (palabra que no existe, por ahora, en el diccionario).
Esta mañana, a eso de las 8, he presenciado una conversación entre compañeros de trabajo, de esas que sólo se pueden tener en la penumbra de antes de tomarse el primer café. Estaban cachondeándose de un compañero que estaba ausente, y que al parecer tenía un brazo dañado.
- ¿Será esa la mano de las pajas?
- ¿Y cómo se las va a hacer ahora?
- Bueno, a lo mejor es ambidiestro...
- Jajajaja, sí, tiene cara de ambidiestro.
negrita
- Oye, ¿por qué se dice ambidiestro y no ambizurdo?
Y esta última cuestión me ha tocado el corazoncito. Yo sé por qué se dice
ambidiestro y no
ambizurdo: porque vivimos en un mundo de diestros, en el que los zurdos estamos discriminados, más por pasividad que activamente. No es que te señalen por la calle, ni mucho menos, es que la calle está pensada para que transiten los diestros.
Dejo en el aire la cuestión y el tufo de mi indignación, pero no voy a profundizar más en el tema porque me repetiría con lo que ya comenté en el
artículo sobre la zurdeza.