Todos seguimos con un ojo puesto en Japón, en sus gentes, en sus calles, y sobretodo en sus reactores. Por si no fuera suficiente con ser víctimas de una catástrofe, ellos han tenido que soportar las tres que se les han venido encima: el tremendo terremoto, el tsunami que le siguió y que inundó ciudades enteras, y el remate de la central nuclear dañada.
Las cifras son escalofriantes, 11000 fallecidos oficiales y más de 17000 desaparecidos. Aunque las cifras son extremadamente frías, y no nos podemos ni hacer una idea de lo que eso significa. Y la última hora no es muy alagüeña: alerta máxima en Fukushima por la salida de plutonio al exterior de los reactores. Lo que puede pasar en las próximas horas y días es impredecible.
Seguiremos atentos a la evolución del país. Aunque por desgracia, seguramente nos olvidemos de ello mucho antes de que la normalidad vuelva a las calles, como ha ocurrido siempre con tantas otras tragedias en distintos lugares del mundo.
Y en medio de las muertes, de las desapariciones, de la gran catástrofe, y la pequeña tragedia de cada familia, hay alguien que se atreve a dar un toque de humor al asunto.
Vaya desde aquí nuestro apoyo a todo el pueblo nipón, y a todos aquellos que se hayan podido ver afectados de un modo u otro por la catástrofe. Ojalá pronto se puedan tener bajo control los reactores, y que la situación en las calles se normalice poco a poco.
31/3/11
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