Cuenta la leyenda que habitaba en tierras gallegas un viejo sabio, capaz de acertar el sexo de los bebés que estaban por venir al mundo. Según aseguraba él mismo, y según fue confirmando su leyenda con el paso de los años, el viejo era capaz de acertar el 100% de sus pronósticos. Para ello no usaba ningún artilugio especial, simplemente recibía a la embarazada, la observaba durante unos segundos (un tiempo variable, aproximadamente entre 5 y 20 segundos) y sin mediar más palabras, emitía un pronóstico sobre el sexo del futuro bebé.
Aseguraba a la futura madre que ese sería sin duda el sexo del bebé, que podía estar segura. Y acto seguido le pedía que dejara paso a la siguiente madre de la fila, y le pedía que diera la voluntad antes de irse para así permitirle seguir regalando su don a todo el mundo. Las madres le daban 2, 5, 10 euros..., le daban las gracias y se marchaban. Antes de recibir a la siguiente futura mamá, el anciano sacaba un enorme libro de cuero marrón, lo abría por la última página escrita y anotaba en él su predicción, junto a la fecha y el nombre de la madre, al tiempo que entraba a verle la siguiente mamá de la fila.
Las mujeres se iban tan contentas e ilusionadas. En ocasiones, después de haber dado a luz, volvía alguna de las madres para recriminar al viejo que se había equivocado en su pronóstico. Rara vez sucedía algo así, pero en esas ocasiones toda la fila de madres se ponía alerta, escuchando atentamente la conversación entre la alterada madre y el anciano sabio. Él se lo tomaba con toda la calma del mundo. Sacaba su enorme libro, lo ponía sobre la mesa., y pedía a la señora que le indicara su nombre completo, y el día exacto que fue a por su predicción. Tras buscar el registro correspondiente en el libro, le decía a la madre algo así como:
- A ver... a ver... 14 de abril... María Rosa Gómez... aquí pone que iba a tener usted una niña... ¿Y me dice usted que no ha sido niña?
- Eh... ¿cómo? ¡Sí, ha sido niña! Pero usted me dijo que...
- Yo le dije que iba a ser niña. Mire, compruébelo.
Y la madre se asomaba a aquel enorme libro, con miles de páginas y tal vez millones de registros. Y allí estaba, tan claro como el agua, su nombre completo, junto con la fecha a la que acudió a ver al viejo y la predicción, sin lugar a duda: NIÑA. El viejo, no sólo escribía en mayúsculas, para evitar susceptibilidades entre la o y la a, sino que además usaba color azul para los niños y rosa para las niñas. No había lugar a duda. La madre, que no terminaba de creérselo, revisó algunas páginas más. Estaba claro que el libro no podía estar trucado. No faltaban páginas, las fechas iban correlativas, había niños y niñas casi por igual... Finalmente, la madre avergonzada pedía disculpas y daba la razón al viejo. Seguramente ella le entendiera mal... Pero está claro que el viejo acertó. Finalmente la madre se iba, y a menudo dejaba un segundo donativo en la urna. El resto de madres de la fila respiraban aliviadas. ¡El viejo seguía contando, después de todo, con un 100% de acierto!
Pero como he dicho, estos casos de madres que volvían a ver al viejo para reclararle eran muy raros. Pasaban los años, y la leyenda del anciano se iba extendiendo cada vez más, así como su fama y fortuna. El casillero de aciertos seguía subiendo a razón de centenares al día, y el de fallos seguía siempre a cero.
Finalmente, a la muerte del anciano, se desveló su gran secreto. Después de hacer una predicción, cosa que hacía totalmente al azar, anotaba en el libro lo contrario a lo que le había dicho a la madre. Está claro que en caso de acierto, la madre no iba a ir a reclamarle. En caso de fallo probablemente tampoco, pero incluso aquellas madres que decidían volver, se topaban de bruces con el enorme libro...
Aseguraba a la futura madre que ese sería sin duda el sexo del bebé, que podía estar segura. Y acto seguido le pedía que dejara paso a la siguiente madre de la fila, y le pedía que diera la voluntad antes de irse para así permitirle seguir regalando su don a todo el mundo. Las madres le daban 2, 5, 10 euros..., le daban las gracias y se marchaban. Antes de recibir a la siguiente futura mamá, el anciano sacaba un enorme libro de cuero marrón, lo abría por la última página escrita y anotaba en él su predicción, junto a la fecha y el nombre de la madre, al tiempo que entraba a verle la siguiente mamá de la fila.
Las mujeres se iban tan contentas e ilusionadas. En ocasiones, después de haber dado a luz, volvía alguna de las madres para recriminar al viejo que se había equivocado en su pronóstico. Rara vez sucedía algo así, pero en esas ocasiones toda la fila de madres se ponía alerta, escuchando atentamente la conversación entre la alterada madre y el anciano sabio. Él se lo tomaba con toda la calma del mundo. Sacaba su enorme libro, lo ponía sobre la mesa., y pedía a la señora que le indicara su nombre completo, y el día exacto que fue a por su predicción. Tras buscar el registro correspondiente en el libro, le decía a la madre algo así como:
- A ver... a ver... 14 de abril... María Rosa Gómez... aquí pone que iba a tener usted una niña... ¿Y me dice usted que no ha sido niña?
- Eh... ¿cómo? ¡Sí, ha sido niña! Pero usted me dijo que...
- Yo le dije que iba a ser niña. Mire, compruébelo.
Y la madre se asomaba a aquel enorme libro, con miles de páginas y tal vez millones de registros. Y allí estaba, tan claro como el agua, su nombre completo, junto con la fecha a la que acudió a ver al viejo y la predicción, sin lugar a duda: NIÑA. El viejo, no sólo escribía en mayúsculas, para evitar susceptibilidades entre la o y la a, sino que además usaba color azul para los niños y rosa para las niñas. No había lugar a duda. La madre, que no terminaba de creérselo, revisó algunas páginas más. Estaba claro que el libro no podía estar trucado. No faltaban páginas, las fechas iban correlativas, había niños y niñas casi por igual... Finalmente, la madre avergonzada pedía disculpas y daba la razón al viejo. Seguramente ella le entendiera mal... Pero está claro que el viejo acertó. Finalmente la madre se iba, y a menudo dejaba un segundo donativo en la urna. El resto de madres de la fila respiraban aliviadas. ¡El viejo seguía contando, después de todo, con un 100% de acierto!
Pero como he dicho, estos casos de madres que volvían a ver al viejo para reclararle eran muy raros. Pasaban los años, y la leyenda del anciano se iba extendiendo cada vez más, así como su fama y fortuna. El casillero de aciertos seguía subiendo a razón de centenares al día, y el de fallos seguía siempre a cero.
Finalmente, a la muerte del anciano, se desveló su gran secreto. Después de hacer una predicción, cosa que hacía totalmente al azar, anotaba en el libro lo contrario a lo que le había dicho a la madre. Está claro que en caso de acierto, la madre no iba a ir a reclamarle. En caso de fallo probablemente tampoco, pero incluso aquellas madres que decidían volver, se topaban de bruces con el enorme libro...
4 comentarios:
Miralo que listo! Yo q estaba toda intrigada para encontrar el misterio! jajajaaaa
Pensaba dejarlo en el aire para que lo pensarais, pero pa no llevarme otro chasco y que contestaran una o ninguna persona lo he resuelto ya directamente
;)
Ya estaba yo flipando.... Listisimo el viejo!
A la mitad del relato ya sabia como terminaba.... no soy viejo (o no mucho) y no soy sabio (desde luego bastante poco) pero estas artimañas son conocidas jejejejejeje.
En fin, Zendir, te hubiese respondido con todo el gusto... ERES UN DERRAMAPLACERES!!!!!! [sigo en mi empeño de lograr que esa palabra se use.... MAKE ALTEZA HAPPY!!! USE 'DERRAMAPLACERES' ALWAYS YOU CAN!!!]
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