19/12/06

Reflexiones




Hace un ratito estaba tomando un café de máquina junto a la ventana del edificio donde trabajo. He comenzado a ver a la gente caminar por el pasillo que da acceso al edificio, como hormiguitas. Unos vuelven de comer y otros salen, quién sabe hacia donde. Todo es tan mecánico... Esta tarde no hay mucho trabajo. Y me ha dado por pensar.

Vivimos en un mundo tan grande, y lo conocemos tan poco; está tan lleno de gente, y conocemos a tan pocas personas; hay tantas cosas que merecen la pena, y las sacrificamos en favor de otras que... bueno.

¿Cuántas veces os habéis parado a plantearos la finalidad de vuestra propia existencia? ¿Vuestras metas en la vida? De entrada, los objetivos de una personita en la vida es acabar el colegio, luego acabar el instituto, acabar la carrera... En definitiva, estudiar. ¿Para qué? ¿Para formarnos? ¿Para aprender? ¿Para ser mejores? NO. Para ser competitivos. Y para encontrar un trabajo.

¿Qué tipo de trabajo? El mejor posible, y eso suele significar en el que más nos paguen. Nuestra meta es trabajar, conseguir una estabilidad económica y perderla al meterse a comprar una casa. En el mejor de los casos, consagraremos la mitad de lo que nos quede de vida a pagar esta casa. Y mientras, hay quien tiene cuatro o cinco casas... Para nada se les puede culpar a ellos, sobretodo si las han conseguido siguiendo las normas del juego. Lo que cabe cuestionar es al sistema mismo, y las propias reglas del juego.

Estas reglas dudosas, junto a unos jugadores cada vez más competitivos conforman un escenario de juego cada vez menos apetecible. Cada vez más tecnológico y por tanto, cada vez menos humano. Máquinas cada vez más complejas que se perfeccionan a sí mismas al tiempo que los sentimientos se simplifican y desaparecen progresivamente.

La comunicación verbal está cada vez más en desuso. La gente no tiene tiempo para hablar contigo un minuto cuando te cruzas por la calle. Puedes pasar meses sin que sepas algo de una persona, pero al menos sabes que sigue vivo porque lo ves conectado en el Messenger y envía cadenas de mierda de vez en cuando.

Cada vez vemos más la tele, pasamos más tiempo frente al ordenador o hablando por el móvil... Me da pena esa gente que no es capaz de pararse a hablar un minuto o de perder un minuto escribiendo un mail personal. La gente que prefiere pasar una tarde encerrado en casa, viendo la televisión o haciendo algo en el ordenador en lugar de salir a tomar el aire con los amigos. La gente que se está dejando influenciar cada vez más por las máquinas y que, si todo sigue igual, pronto no se distinguirá mucho de una máquina.

Allá cada uno con su conciencia, pero como leí una vez no hace mucho en un graffiti, en una ruinosa pared de una recóndita ciudad: "Cien máquinas nunca harán una flor."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

AMEN, tío ! (lo digo sin intención de ofender). Qué razón tienes! Últimamente no hago más que preguntarme cuál será el sentido de todo esto? Es una cadena interminable? Cuando acabas una cosa, quieres otra, y cuando acabas esa ya hay otra esperando a ser hecha!! Y disfrutar de la vida, ¿para cuando?

galletitas dijo...

Esto mismo me lo pregunto yo bastante a menudo y es curioso q me sienta muy sola cuando estoy rodeada de tanta gente.

El caso es q hay q pasar a la acción y ser tú mismo quien cambie esto con pekeños detalles...romper la rutina a la q nos tiene sometida esta sociedad sin valores.

Besotes

PD:Peke,tu mejor arma contra la ignorancia es el saber...para eso estudias,no?